¡Algo para reflexionar!
El día de hoy voy a hablar sobre algo distinto a las finanzas personales. Después de todo, en nuestra vida también debemos hacer cosas que no tienen que ver con el dinero.
Resulta que hace unos días recibí una gran enseñanza. Es algo que después de reflexionar será de gran ayuda en nuestro día a día.
Todo ocurrió en una reunión familiar que tuvimos por el segundo cumpleaños de nuestra nietecita (entre paréntesis, aunque hemos escuchado muchas veces lo maravilloso que resulta ser abuelos, te aseguro que por más que nos lo platiquen, jamás podremos entenderlo hasta que se es abuelo de verdad. Por lo menos eso me sucedió a mí).
Te decía que, en esa reunión, mi nieta me dio un ejemplo de algo que tanto a los niños como a los adultos nos será de gran utilidad. Ante un momento de dificultad, para subir a un sofá, al intentar y no poder, volteó a ver a su papá y con una dulce vocecita, le dijo: “¿Papá, me ayudas?”.
¿Imaginas la sorpresa de quienes estábamos ahí? No hizo berrinche, no desistió, no se dio por vencida. Pidió ayuda. Y sólo tiene dos años.
Esto, obviamente, no fue una inspiración de ella. Un reconocimiento a sus papás quienes le han enseñado, entre otras cosas, a cómo salir adelante, cómo encontrar las soluciones ante las adversidades.
¿Cuántas veces, muchos de nosotros, nos enojamos, nos damos por vencidos o simplemente no intentamos algo, teniendo la posibilidad de pedir ayuda?
Como mencionaba al principio, esto me hizo reflexionar. ¿Por qué?
Porque en primer lugar me puso a pensar en cuántas oportunidades hemos dejado pasar por orgullosos, por soberbios, negándonos a pedir ayuda cuando no podemos o no sabemos hacer algo, por el “qué dirán”
¿Cuántas veces nos enojamos con nosotros mismos al no poder hacer algo? Y, sin embargo, no pedimos ayuda, pudiendo hacerlo.
Por otra parte, me ayudó a darme cuenta de que, a mi edad, aunque me encuentro en muy buen estado de salud, hay cosas que ya cuestan trabajo, como cargar cosas pesadas, pues cuando se es joven, pueden levantarse con mucha facilidad.
Pero no se trata sólo de aspectos físicos. ¿Cuántas personas, a estas alturas del partido, no pueden, por ejemplo, con los avances de la tecnología? Y prefieren no aprovecharla, dejando de hacer cosas o, como dicen por ahí, haciéndolas a la antigüita.
Pedir ayuda no tiene nada de malo; al contrario, ayuda a chicos y grandes a resolver aquellas cosas que se nos dificultan.
También hay que considerar que no somos todólogos. Es natural que haya cosas que no sepamos hacer. En esos momentos, en lugar de paralizarnos, podemos seguir adelante pidiendo ayuda.
¿Verdad que no es común ver a un niño pequeño pedir ayuda? ¿Verdad que tampoco es común ver a adultos pedir ayuda? Y de los adultos mayores, ni hablar. No solamente no piden ayuda, ya ni siquiera se dejan ayudar.
Y tú, ¿pides ayuda?
Recuerda que nunca es tarde para empezar. Si no estás acostumbrado a pedir ayuda, es buen momento para hacerlo. Y si estás acostumbrado a hacerlo, felicidades. Continúa así y comparte sus beneficios con las personas que te rodean, ellos te lo agradecerán.
